.-Symposiaca Anacreontea: Snakeskin

Al recorrer su propio departamento, encontró las cosas que el otro había abandonado en el lugar. Armas, un maletín, otros artilugios los cuales no pudo cargar. No sabía la razón por la que no había llevado sus pertenencias. Pero, obviamente las utilizaría para su propio provecho.

Una sonrisa se dibujó entonces en aquel hombre. Tomó el maletín y buscó algún dato que lo pudiese ayudar a dar con la ubicación del otro. Encontró una pequeña libretita y un juego de llaves escondido en el forro del maletín. Tomó lo necesario y salió de su vivienda para ir a cobrárselas. Debía eliminarlo o revelaría su ubicación.

La dirección no estaba muy clara, era como en clave, el pobre idiota tenía cerebro, se notaba. Le costó unas 4 horas dilucidar aquella dirección para luego buscarla pasientemente en el vehículo que se había comparado aquella semana.

Escupió el resto del cigarrillo que llevaba por la ventanilla y luego detuvo el vehículo - Debe ser esta posilga - soltó entre dientes y buscó las armas que llevaba listas para defenderse o atacar... lo primero que se viera necesario.

De una patada abrió la puerta y apuntó con la magnum en todas direcciones - Uhm... - alzó una ceja, no debía calmarse pues aún quedaban bastantes habitaciones por revisar. Fue hasta algo parecido a un dormitorio, todo estaba patas arriba, comida por doquier - Parece un marrano - susurró entre dientes. Escuchó un ruido más allá.

Giró, y lo que vio fue una serpiente, parecía más una lombriz. Sonrió de medio lado y le pisó la cola sonriendo, el animal reptó hasta un hueco en la muralla y se perdió - Medio guardia... - sonrió y continuó con su investigación. Todo en silencio. Ya se alzó, parecía que el mocoso no estaba presente.

El baño era lo último, continuó caminando y pateó la puerta - Nada... - cerró los ojos y suspiró pesado - Tal vez el crío se fue de la ciudad... - sonrió y caminó hasta la tina, se sentaría allí a fumar un rato.

- Pero... qué? - Notó el cuerpo del chico, un frasco de pastillas - ¿Será idiota? - lo agarró del pelo y lo alzó, parecía estar muerto - No está tan mal... - sonrió nuevamente recorriendo su cuerpo descuidadamente con aquellos dedos gruesos y largos.

Llenó un vaso con agua tibia y lo obligó a beber, repitió la operación y luego lo dejó descansar unos instantes. Al paso de unos minutos, lo inclinó sobre la tina y le apretó el estómago con fuerza haciéndolo vomitar todo el contenido de su estómago.

Pasó la mano por su boca limpiándolo. Lo sentó en la tina nuevamente y abrió la regadera mojándolo con agua helada para que despertara y se apartó un poco para mirar al crío que parecía pollo congelado aleteando para volar.

Cortó el agua y lo agarró del pelo alzando su rostro para que prestara atención - ¿Tan pronto quería escapar la lombriz? - picó su nariz y se alejó un poco.

Se preguntaba por qué había hecho aquello, sin lugar a dudas, lo mejor habría sido dejarlo morir, no obstante, estaba allí... aparentemente ayudando al desgraciado que había ido a matarlo la noche anterior.

Razón... desconocida.

Fue rápido al cubrir su rostro con el antebrazo. No dio explicaciones, no tenía por qué, tampoco tenía una razón convincente, ni él mismo sabía por qué lo había hecho. Tal vez... sí, tal vez fue reflejo. Aunque siento él... el primer acto debió haber sido sacar el arma y dispararle varias veces hasta ver sus pulmones resbalar por los orificios hechos.

Sonrió y dio media vuelta dejándolo allí - Sería estúpido darte el placer de la muerte... tan placentera - Tomó un cigarrillo y lo encendió para posteriormente llevarlo a sus labios con total tranquilidad, como si estuviese en su hogar - Morirás... sí, pero eso me lo deberás a mi - dejó salir el espeso humo que danzó luego en el ambiente.

Rió - Ja... crees que me impresionas - dijo con un tono de voz frío, tan calmado que daban ganas de apuñalarlo allí mismo, sin tener razón alguna. El hombre se mostraba tan seguro que hasta la misma muerte del chico lo tenía impávido, sólo que no lograba dar por qué en vez de asesinarlo, lo había salvado.

Ya, bastaba de tanta cháchara, el de clara mirada no era tan buen orador, su paciencia era paupérrima en comparación a sus demás "virtudes". Se le acercó, contra toda lógica, viendo como el chico se avalanzaba contra el.

Tomó con fuerza sus manos haciendo que le chico botara las armas al suelo por lo brusco del agarre y de los movimientos - Shhh... tranquilo gusano... - susurró en su oído notando como el otro se alteraba como si le estuviese metiendo un fierro caliente por el ano.

Volvió a sonreír y lo arrastró hasta el cuarto, donde lo lanzó a la cama y con destreza lo ató de pies y manos, inmovilizándolo.

Lo tomó de un brazo y lo sentó como si se tratara de un muñeco de lana, manipulándolo a su antojo - Veamos... - un calcetín usado fue lo que llegó a parar a esa boca tan... delicada y luego una fuerte amarra de un trozo de sábana que había desgarrado.

- Me gusta cuando callas... porque estás como ausente... - despeinó su cabeza dejando su mano ensangrentada - Mira... - le mostró la palma manchada de carmín y luego con la misma azotó la mejilla del muchacho - No te atrevas nuevamente a mancharme con tu asquerosa sangre, puta mal parida! -

Sus pupilas centelleaban, parecía psicópata y tal vez eso era, le agradaba jugar con sus víctimas, esta no sería la nota discordante en toda la vida del Señor Hardkopf.

Le lanzó una sábana encima al mojigato crío emo y lo tomó como un fideo, posándolo sobre su hombro, para salir de la deprimente vivienta y subirlo a la maletera de su vehículo.

Como saco de papas cayó en el interior - Di adiós... - le guiñó un ojo y cerró la maletera. Dos ancianas iban paseando por la calle y se detuvieron a mirarlo. El hombre con total parsimonia sacaba un cigarrillo y lo encendía, miró a las mujeres y sonrió de medio lado para ingresar al vehículo y desaparecer de la escena junto con su rehén.