Primera guarida

El narcotraficante venía llegando de su último "trabajito" en Rusia, la mafia en aquellos páramos era de temer, no obstante, un buen trabajo siempre era valorado y bien recompensado, por lo que no tuvo problemas al momento de pasar unas "vacaciones" por aquellas latitudes.

Ahora, luego de recibir el cargamento que habían mandado en unos containers, tenía que repartirlo entre sus hombres y así distribuirlo a todo el resto del mundo. Había robado los estupefacientes y cambiado su nombre al igual que su aspecto. No era idiota, tenía varios enemigos que no dudarían en reventarle el cráneo a la primera oportunidad.

Entró a la habitación que le habían pasado en recepción y luego se echó una ducha, fue hasta la cama y se colocó el pillama de color negro resbalando posteriormente entre las sábanas. Cerró sus ojos y se dejó llevar por el sueño. Dormiría luego de tres días de ardua labor.

Dio media vuelta en la cama, aquella noche hacía algo de calor, tal vez era aquello o que el hombre se había acostumbrado al frío clima de la otra nación. Su cuerpo estaba algo sudoroso, no obstante, el cansancio lo mantenía sumido en sueños. Sin imaginarse lo que se planeaba justo bajo sus narices.

El estruendo provocado logró arrancar al gran hombre de sus sueños, éste abrió los ojos algo sonsacado y se destapó lanzando lejos las cobijas - ¿Quién anda ahí? - La potente voz resonó en el lugar.

Encendió la lámpara que estaba a un costado y notó el escuálido chico parado en el umbral - ¿Qué te traes mocoso? - No le temía, es más... ya se sentía extrañado de que no le hubiesen dado un "caluroso recibimiento".

Soltó una carcajada - ¿Tú... y cuántos más? - Bajó de la cama moviendo los hombros al igual que la cabeza, haciendo que las vértebras chocaran unas con otras y produjeran aquel chasquido característico.

Caminó lentamente como si estuviese estudiando al adversario, no era tan alto como él, complexión adecuada para un ladrón principiante, pero... nada del otro mundo, se le haría fácil desgarrarle la piel y luego alimentar con él a los perros que deambulaban por las calles.

Sonrió acariciando su mandíbula, el mocoso no era tan débil como pensaba. Una sonrisa apareció de repente, le agradaba la osadía de aquella lombriz solitaria.

Se levantó - Ja... como lo pensaba... - Caminó a paso rápido y giró alzando la pierna, la patada fue certera, en el rostro del contrario, haciéndolo quedar pegado a la muralla de concreto.

Un buen azote contra las pálidas mejillas hizo retroceder al pelinegro, el hombre no se andaba con rodeos y ya se cabreaba de jugar a los indios y los vaqueros. Tomó el cable de la radio y antes de que pudiese levantarse el otro. Lo tomó por el cuello con una mano y lo levantó - ¿Qué me decías? - sus pupilas blancas permanecían clavadas en el menor.

Rápida y ágilmente, enrolló aquel cable en su cuello y jaló fuerte para dejarlo marcado en la piel del chico. Luego lo hizo voltear, para atar con el mismo elemento las muñecas por la espalda y así inmovilizarlo medianamente - Ahhh... pobre lagartija... - sonrió y acarició el mentón del chico - Deberías meterte con alguien de tu tamaño... no entre las patas... - Apretó sus nalgas - de los caballos -

La nariz sangró por efecto de aquel golpe - Carajos! - Agarró el mechón de la frente del chico y lo azotó contra la pared - ENTIENDE ALGO! - Volvió a azotarlo con fuerza - AQUÍ EL QUE MANDA SOY YO! - Lo lanzó al suelo y le dio de a patadas.

Con las mismas piernas volvió a patear el cuerpo del chico a pesar de tener la cabeza punzando por el golpecito que se había dado contra el borde del mueble. Sonrió - Chaval... sí que tienes bríos para meterte en mi guarida así sin más... - Se arrodilló y buscó en el cajón del escritorio una jeringa cargada con heroína. La tenía para volarse cuando estaba aburrido, pero con toda aquella cantidad... le daría un "festín" al desgraciado que estaba frente a él.

Se lanzó contra el chico y al pillarlo desprevenido, le enterró la aguja en el brazo y descargó todo el líquido en su cuerpo. Ahora era cosa de esperar, para que el crío comenzara a balbucear.

Se levantó y lanzó la jeringa a un costado - Veamos... - sonrió y tomó al chico de un brazo alzándolo para mirarlo mejor. Tomó ambas manos y las sostuvo con fuerza en su espalda - Qué tenemos de bueno para sacarle partido a la situación - lo lanzó sobre la cama con fuerza, haciendo que el otro pareciera un saco de patatas que no podía contenerse en pie debido a la droga.

Caminaba tras él, quería ver qué tenía planeado. Obviamente, nadie lo acompañaba, a estas alturas ya le habrían volado la materia gris de un disparo. Tomó al chico y lo llevó arrastrando al cuarto como si se tratara de un cadáver aún tibio.

Lo lanzó sobre la cama una vez más y luego tomó la navaja que había alcanzado a tomar de lo que llevaba - Qué cosa más... simpática... - sonrió y deslizó la hoja por la pierna del chico, abriendo la tela de su pantalón - no te ha dicho tu madre que es malo jugar con cuchillos? - poco a poco la ropa del chico comenzó a resbalar de su cuerpo.

Lo dejó hablar, mientras él preparaba todo. Bajó de la cama y fue hasta el clóset. Tenía apilados los kilogramos de cocaína pura en aquel lugar - No... ¿dónde lo dejé? - Fue hasta la otra puerta del closet y encontró luego de unos instantes un collar de perro - Ja... hasta de cuero es... - lo llevó mientras arrastraba la gruesa cadena y se lo colocó a su nueva "mascota" - Ven pobre idiota... esto no te dolerá... tanto! - Dejó bien ajustada la correa alrededor del cuello del pelinegro y luego ajustó la cadena en las vigas del techo, bastante gruesas por lo demás.

Ya lo tenía semi desnudo sobre la cama y sin poder más que balbucear algunas palabras - dime... - azotó su rostro haciéndolo escupir sangre - ¿Quién te mandó?!?! -

Una vena apareció palpitando sobre su frente - Maldita rata! - otro azote lo volteó, cayendo el muchacho sobre la cama. El hombre se levantó y se fue al baño, tenía ganas de orinar.

Se bajó el pijama y dejó escurrir el líquido de color amarillento. Luego acomodó la ropa y regresó - y bueno... has recordado o... - Tomó la cadeja y obligó al chico quedar en cuatro. Miró su cuerpo, no estaba tan mal, serviría de algo por lo menos, tal vez, se entretendría después de todo.

- ...o tendré que sacártelo a la fuerza? - se bajó apenas el pantalón y se masturbó para ponerse en condiciones. Una vez duro y erguido entró sin renuencia hasta que sus vellos púbicos acariciaran de mala gana las nalgas del crío.

Enredó sus largos y gruesos dedos en los mechones lacios de negra coloración sonriendo por la intrusión cometida, su pene dolía un tanto, pues al no estar lubricado el mocoso, le había costado llegar hasta el fondo. Todo era por "amor a su trabajo" - CANTA! - volvió a azotar la cabeza del chico en la muralla, lo tenía bien sujeto además de empalado, no se le escaparía tampoco disfrutaría mucho del revolcón que se darían los dos.

Sacó de un jalón su miembro y volvió a embestir haciéndolo caer de bruces sobre el colchón - Ahhh mierda... - tomó la cadera del chico y la alzó para continuar - da gracias que te tengo sobre la cama! -